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Hansel y Gretel: la casita de turrón

    Que un político, sea del partido que sea, mienta sobre su formación no debería sorprender a nadie. Cada vez conocemos más detalles sobre la cadena de obscenidades que acompañan a este asunto, pero, como en el cuento, hemos cruzado el lago de la post-verdad y hoy la bruja nos tiene, como a Hansel y Gretel, a buen recaudo. Hemos vivido felices mordisqueando la casita de turrón y todavía no sabemos que ya estamos dentro de la jaula. No vemos las señales del bosque, simplemente diseminamos migas de pan de las que los cuervos dan buena cuenta para preservar nuestro extravío. Algunas preguntas tal vez queden como piedras, difíciles de digerir: ¿Por qué unos profesores, tanto en una condición laboral inestable como funcionarios, aceptan la presión del catedrático de su área? ¿Por qué un catedrático ¡de Derecho Constitucional! llama “reconstrucción” a una mera falsificación, temeroso como un niño pequeño ante las supuestas urgencias de un Rector? ¿Por qué quienes hacemos –y quienes pagan, es decir, TODOS- la Universidad Pública no sentimos nuestra casa deshonrada?  ¿Cuántos jóvenes y no tan jóvenes están dejándose el dinero y su tiempo en una formación de posgrado para un erial laboral precario? ¿Cuántos de ellos, con sus titulaciones al hombro, están haciendo camas y sirviendo desayunos en Inglaterra? ¿Cuántas madres y padres envían una buena parte de sus sueldos y pensiones a esos hijos e hijas aturdidos por la cantinela de que toda formación no es suficiente? ¿Cuántos padres estamos viendo que nuestros hijos, ahora de 9, 12 años, transitarán el camino del esfuerzo –el único para el cual la naturaleza nos dio pies, manos y un cerebro- que otros, a través del dopaje institucional, económico o social, salvarán en apenas tres pasos, como los de San Juan en su desembarco de Bermeo hasta el peñón de Gaztelugatxe?

   Por el momento nuestros estómagos están satisfechos, bien informados, saturados. Pero en el cuento ambos hermanos solo se salvan cuando cooperan, haciendo uso de una inteligencia afinada por el hambre, privada de azúcares refinados. ¿Cómo acabará este "relato"? ¿Cuándo seremos capaces de dar ese empujón que acaba con la mentira en esa marmita a fuego lento que nos espera para ser cocinados?   

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